Una modesta reivindicación de la investigación en los museos de ciencia

Esta es la transcripción de la intervención de nuestro compañero Guillermo Fernández en el caluroso homenaje a Marc Boada, que tuvo lugar el pasado 30 de noviembre de 2024 en CosmoCaixa.


Gracias por vuestra atención y por esta oportunidad que me dais de hablar hoy aquí, y que podéis estar seguros de que me honra muchísimo. Sé, además, que los museos de ciencia en general y Cosmocaixa en particular eran una de las debilidades de Marc, así que me siento especialmente comprometido con esta intervención. Aunque normalmente evito hacerlo, esta vez leeré una carta que he preparado, dado que el tiempo es muy limitado y dado también que no quiero que las emociones me traicionen.

Los museos de ciencia contemporáneos a veces son llamados «museos interactivos» o en otras ocasiones también museos «toca toca». Ambos términos personalmente creo que son incompletos y pienso que pueden resultar bastante reduccionistas del gran potencial educativo del fenómeno científico real; de la inmensa capacidad comunicativa de la demostración y el experimento, que en estos museos aparecen complementando los objetos, los cuales son el recurso clásico del museo.

Casi todos estos museos de ciencia contemporáneos importaron directamente los productos de las tareas de investigación museográfica que realizó con gran rigor y seriedad el museo «Exploratorium» de S. Francisco a finales de los años 60, museo que desarrolló extraordinariamente los recursos del lenguaje museográfico. Lamentablemente han sido muchos menos los museos de ciencia que han emulado aquella actividad investigadora, por no decir prácticamente ninguno.

Sin embargo hubo algunas excepciones a esta dinámica de tomar soluciones museográficas ya hechas en lugar de desarrollar nuevas. Y una de estas excepciones tuvo lugar precisamente en este museo. Entre 1991 y 2004 este mismo museo en el que ahora estamos fue el epicentro de una de las tareas más serias e intensivas que se han realizado en investigación museística de ciencia a nivel mundial, bajo el liderazgo de Jorge Wagensberg, a quien Marc y yo considerábamos uno de nuestros maestros más influyentes.

Además de la genialidad de Jorge, no siempre se reconoce debidamente la relevancia del equipo de colaboradores (externo e interno) que aquí trabajó durante aquellos años dorados, equipo del que Marc era una pieza fundamental. Esto no es algo que yo diga de Marc ahora en este acto de homenaje, pues por fortuna tuve varias ocasiones de decírselo a Marc en persona. Y todas las aproveché, pese a que Marc, con su habitual modestia y sencillez, solía declinar reconocer su evidente mérito. Por eso hoy no diré nada diferente a lo que solía hablar con Marc sobre museos de ciencia, ya que este es el mejor homenaje que siento que le puedo brindar:

Desde aquí quiero hacer un llamamiento —tan modesto como apasionado— a los museos de ciencia a investigar sobre las posibilidades comunicativas del lenguaje museográfico, buscando nuevas soluciones comunicativas y educativas, siempre basadas en los recursos propios y endémicos de los museos, que no son otros que todo lo real: los objetos y los fenómenos reales, tangibles y presentes. Y me atrevo a hacer esta llamada no sólo a los museos de ciencia, sino a todos los museos. Estoy convencido de que todos los museos, cada uno a su nivel, pueden contribuir al desarrollo del lenguaje museográfico que, a pesar de las apariencias, sigue sólo en sus inicios con un inmenso campo de acción todavía inexplorado.

Aparte de todo lo que Marc nos deja como persona y como profesional, no quiero olvidarme hoy de llamar la atención sobre la importancia de conservar el gran legado de sus creaciones relacionadas con la divulgación científica, y para las que Marc tenía ahora ambiciosos planes. Se trata de un trabajo singularísimo que no se puede perder y que creo que todos debemos contribuir a que siga cumpliendo las funciones educativas para las que Marc lo creó.

Por último: esta es la foto de la portada de septiembre de 1979 de «Investigación y Ciencia», con un dibujo del primer avión de los hermanos Wright. Marc solía mencionar haber visto esta portada en un escaparate y haber sentido un intenso estímulo hacia nuevos mundos relacionados con las ciencias experimentales: fue para él como una especie de revelación:

Este dibujo que muestra una primera semilla de lo que hoy es el relevante mundo de la aviación, me sirve como perfecta metáfora de mucho en lo que Marc y yo seguimos creyendo: las inmensas posibilidades futuras del fascinante lenguaje museográfico como algo que actualmente es sobre todo una bellísima promesa, aunque sin duda alguna destinada a cumplirse.

Muchas gracias por vuestra atención.

CosmoCaixa, 30 de noviembre de 2024. Homenaje a Marc Boada

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