Este artículo fue publicado por D. F. Cameron en 1971 en Curator.
1 comentario en “The Museum, a Temple or the Forum”
El Museo Transformador
No hace falta más que leer el primer ejemplo para darse cuenta de que en 50 años la situación no ha cambiado en lo que a los museos de ciencia respecta. Cuenta Cameron que debido a la fobia hacia la palabra museo, el Ontario Science Center cambio de rumbo pocos años tras su apertura y en muy poco tiempo desaparecieron de su plantilla todos los empleados con alguna cualificación en museos, excepto uno. Haciendo una burda generalización que no obstante refleja fielmente la realidad que nos aqueja en 2021, podemos decir que este tipo de empleados aún no han regresado. Durante demasiado tiempo no han estado ni se les esperaba, pero hemos de romper con esta lacra y manifestar claramente que se les espera y se les necesita, y mucho.
Pero la desaparición de los profesionales de la museología de los centros de ciencia interactivos no era una cuestión semántica en torno a la palabra museo. El abandono de la palabra reflejaba una realidad de mucho mayor calado. Aquellos profesionales fueron largados porque las colecciones en torno a las cuales se articulaban sus funciones fueron deliberadamente dejadas de lado, en favor de experimentos alejados de la museología, algo que no es, ni era entonces, exclusivo de los museos de ciencia. Los ejemplos de tales experimentos que describe Cameron en su artículo son tan actuales que parece que tuvo la ocasión de asomarse al presente por algún mecanismo de viajes en el tiempo. Bromas aparte, la lamentable realidad es que lo que demuestran es que por desgracia en 50 años no ha cambiado nada. (Otra prueba es que al igual que cuando Cameron escribía ese texto, seguimos a vueltas con la definición de museo, con el ICOM convocando una vez más su revisión).
El Museo Transformador ha nacido precisamente para abordar esta carencia. El texto de Cameron bien podría haber sido el manifiesto fundacional de El Museo Transformador y podríamos decir que llegamos con 50 años de retraso. Pero más vale tarde que nunca, y ahora contamos con la ventaja de poder constatar que esos experimentos no han funcionado, como no podía haber sido de otra manera. Nótese que Cameron va incluso más lejos de lo que propugna el Museo Transformador. Para Cameron resultaba ya una aberración que los museos renegaran de su condición dedicándose a lo que ahora llamaríamos exposiciones temporales con un claro contenido social. Para Cameron los museos deberían dedicarse única y exclusivamente a sus colecciones permanentes. Desde el Museo Transformador matizamos esta posición incluyendo todo tipo de propuesta que utilice el lenguaje museográfico (del que los objetos de las colecciones son parte integral) al servicio de la sociedad.
Lo que está claro es que, como ya denunciaba entonces Cameron parafraseando a San Pablo en la primera carta a los Corintios (9:22), llevamos 50 años “haciéndonos todo para todos” en aras de la relevancia social, convirtiendo los museos en “centros de actividades”, “galerías experimentales”, “centros cívicos”, “centros culturales”, “espacios de ciencia”, etc. Como dice el sabio refranero español, “el que mucho abarca poco aprieta” y a base de no apretar nos hemos quedado sin la esencia de los museos. El texto de Cameron debería ser de obligada lectura (y reflexión y comentario) para cualquiera que se presentara a un puesto en un museo. Tan es así que bien se podría decir que mi actual labor docente se resume en desarrollar estas ideas a lo largo de un máster de dos años.
Como cualquier disciplina, la museología ha de actualizarse y mantenerse viva. No propugnamos que los museos han de volver ser aquellas instituciones de vitrinas y cajones, con maquetas y animales disecados polvorientos, que ni entonces ni ahora atraerían al gran público. Pero para alejarse de esa realidad, la solución no es abandonar la museología y las colecciones, sino todo lo contrario: actualizar, investigar, innovar en más museología, como demostró que es posible Jorge Wagensberg con su “museología total”, una visión moderna –ciertamente no la única- de lo que puede conseguirse con el desarrollo del lenguaje museográfico, en lugar de su abandono. Tampoco Cameron defendería hoy en día una vuelta a la museografía del siglo XIX o del XX, y de hecho el artículo que estamos comentando es precisamente una propuesta de reforma y modernización que sigue siendo vigente y necesaria.
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No hace falta más que leer el primer ejemplo para darse cuenta de que en 50 años la situación no ha cambiado en lo que a los museos de ciencia respecta. Cuenta Cameron que debido a la fobia hacia la palabra museo, el Ontario Science Center cambio de rumbo pocos años tras su apertura y en muy poco tiempo desaparecieron de su plantilla todos los empleados con alguna cualificación en museos, excepto uno. Haciendo una burda generalización que no obstante refleja fielmente la realidad que nos aqueja en 2021, podemos decir que este tipo de empleados aún no han regresado. Durante demasiado tiempo no han estado ni se les esperaba, pero hemos de romper con esta lacra y manifestar claramente que se les espera y se les necesita, y mucho.
Pero la desaparición de los profesionales de la museología de los centros de ciencia interactivos no era una cuestión semántica en torno a la palabra museo. El abandono de la palabra reflejaba una realidad de mucho mayor calado. Aquellos profesionales fueron largados porque las colecciones en torno a las cuales se articulaban sus funciones fueron deliberadamente dejadas de lado, en favor de experimentos alejados de la museología, algo que no es, ni era entonces, exclusivo de los museos de ciencia. Los ejemplos de tales experimentos que describe Cameron en su artículo son tan actuales que parece que tuvo la ocasión de asomarse al presente por algún mecanismo de viajes en el tiempo. Bromas aparte, la lamentable realidad es que lo que demuestran es que por desgracia en 50 años no ha cambiado nada. (Otra prueba es que al igual que cuando Cameron escribía ese texto, seguimos a vueltas con la definición de museo, con el ICOM convocando una vez más su revisión).
El Museo Transformador ha nacido precisamente para abordar esta carencia. El texto de Cameron bien podría haber sido el manifiesto fundacional de El Museo Transformador y podríamos decir que llegamos con 50 años de retraso. Pero más vale tarde que nunca, y ahora contamos con la ventaja de poder constatar que esos experimentos no han funcionado, como no podía haber sido de otra manera. Nótese que Cameron va incluso más lejos de lo que propugna el Museo Transformador. Para Cameron resultaba ya una aberración que los museos renegaran de su condición dedicándose a lo que ahora llamaríamos exposiciones temporales con un claro contenido social. Para Cameron los museos deberían dedicarse única y exclusivamente a sus colecciones permanentes. Desde el Museo Transformador matizamos esta posición incluyendo todo tipo de propuesta que utilice el lenguaje museográfico (del que los objetos de las colecciones son parte integral) al servicio de la sociedad.
Lo que está claro es que, como ya denunciaba entonces Cameron parafraseando a San Pablo en la primera carta a los Corintios (9:22), llevamos 50 años “haciéndonos todo para todos” en aras de la relevancia social, convirtiendo los museos en “centros de actividades”, “galerías experimentales”, “centros cívicos”, “centros culturales”, “espacios de ciencia”, etc. Como dice el sabio refranero español, “el que mucho abarca poco aprieta” y a base de no apretar nos hemos quedado sin la esencia de los museos. El texto de Cameron debería ser de obligada lectura (y reflexión y comentario) para cualquiera que se presentara a un puesto en un museo. Tan es así que bien se podría decir que mi actual labor docente se resume en desarrollar estas ideas a lo largo de un máster de dos años.
Como cualquier disciplina, la museología ha de actualizarse y mantenerse viva. No propugnamos que los museos han de volver ser aquellas instituciones de vitrinas y cajones, con maquetas y animales disecados polvorientos, que ni entonces ni ahora atraerían al gran público. Pero para alejarse de esa realidad, la solución no es abandonar la museología y las colecciones, sino todo lo contrario: actualizar, investigar, innovar en más museología, como demostró que es posible Jorge Wagensberg con su “museología total”, una visión moderna –ciertamente no la única- de lo que puede conseguirse con el desarrollo del lenguaje museográfico, en lugar de su abandono. Tampoco Cameron defendería hoy en día una vuelta a la museografía del siglo XIX o del XX, y de hecho el artículo que estamos comentando es precisamente una propuesta de reforma y modernización que sigue siendo vigente y necesaria.