Un artículo de Mariano José de Larra de 1832 que se publicó en la revista El Pobrecito Hablador, la cual este mismo autor editó entre 1832 y 1833. Puede recuperarse este artículo con facilidad en Internet, como por ejemplo aquí.
COMENTARIO DE EL MUSEO TRANSFORMADOR
Como suele pasar cada vez que en El Museo Transformador comentamos un texto clásico (artículos imprescindibles de museología, les llamamos), a menudo descubrimos que gozan de una sorprendente vigencia en nuestro momento actual.
Este texto no es estrictamente museístico, pues se trata de un conocido artículo de Larra de 1832 de un alcance más amplio. No obstante, su reflexión global sobre el concepto de público nos ha parecido del todo pertinente para los museos, ya que desde que el márquetin entró en los museos, los públicos han sido una de nuestras más intensas preocupaciones; y a veces con más interés en meramente atraerlos que en —también— conmoverlos y transformarlos.
La brillante y afilada pluma del genio del Romanticismo español trabaja el concepto de público desde una óptica que resulta paradójicamente contemporánea. Al margen de la crítica que el autor hace de las costumbres de sus coetáneos en diferentes contextos, el artículo coincide con las tendencias actuales al cuestionar la intensa vaguedad que en realidad es intrínseca al concepto de público.
Durante décadas se han empleado complejísimos sistemas de segmentación (esa es la palabra que se suele usar en el márquetin) para tratar de categorizar a consumidores, usuarios o, en nuestro caso, visitantes de museos. No obstante, se ha puesto de manifiesto que las personas somos demasiado complejas y diversas (y cada vez lo somos más) como para intentar segmentarnos [la propia raíz de la palabra —segmento—ya sugiere algo cortado o separado de un todo, lo cual no se corresponde con la realidad intensamente interdependiente y heterogénea de las comunidades de hoy en día].
En todo caso, en la actualidad esta dinámica se ha llevado al paroxismo gracias a las herramientas de la inteligencia de datos[1], la cual permite sublimar la idea original de la segmentación hasta niveles casi individuales, persona a persona. Como explica elocuentemente el filósofo Byung-Chul Han[2], los sofisticados algoritmos de la inteligencia de datos utilizan quirúrgicamente la información personal que nosotros mismos le entregamos de forma efusiva y voluntaria, con el fin de poder conocernos a fondo. Lamentablemente, y como expone el célebre autor coreano, en estos sistemas subyace una finalidad última de control: poder hacer pronósticos sobre nuestro comportamiento y de este modo poder condicionar nuestras decisiones (de compra o de otros tipos) a un nivel prerreflexivo.
Pero naturalmente eliminando toda intención de control, la idea de la inteligencia de datos de llevar la segmentación hasta su máximo exponente para conocer casi a cada persona, sí es aprovechable para la gestión de los museos, aunque en nuestro caso lo haremos exclusivamente para el más profundo conocimiento de las necesidades de nuestros beneficiarios. Nosotros queremos que la oferta del museo no sea “para mí” sino para la comunidad de acuerdo con las palabras de Marina Garcés en la reciente entrevista que mantuvimos con ella[3]:
Actualmente, el mercado entero funciona según «targets». Pienso que una acción cultural radical tiene que ir, precisamente, a convocar al extraño que somos todos. Para ello, más que tener una oferta cultural diversificada según factores de reconocimiento (‘esto es para mí’), iría a buscar la manera de ofrecer y hacer deseable aquello que nunca ha sido ‘para ti’.
Como decía Pere Viladot en uno de sus recientes artículos[4] ¿y por qué en los museos no partimos, ya de entrada, de considerar diferentes a todos nuestros beneficiarios?
[1] Expresión recomendada por la Fundéu para decir Big Data en castellano.
[2] Psicopolítica. Neliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder, 2014.
[3] “Entrevista Marina Garcés”. Revista de Museología #86 (pp. 7-10).
[4] Viladot, P. “¿Museos gratuitos?” Revista de museología #86 (pp. 75-80).