Este artículo fue publicado originalmente en catalán por Claudi Mans como post en su blog.
El Museo de la Ciencia de la Obra Social de la Caja de Pensiones («la Caixa») abrió las puertas en 1981, y desde sus inicios siguió las pautas de los museos innovadores interactivos y con voluntad didáctica. Contaré una anécdota personal: poco después de abrir el museo se nos encargó, a mí y a otros dos compañeros de la universidad, la redacción de la Guía Didáctica de la Sala del Espacio. Para ver cuáles eran los intereses de los visitantes, nos dispusimos a observar sus reacciones, y, a partir de ahí, redactar un material adecuado. Nos instalamos ante una maqueta de la superficie lunar, con una nave espacial, un vehículo lunar y astronautas manipulando por allí. Abre sus puertas el Museo, y sube una estampida de niños de diez o doce años. El primero llega jadeante a la sala, se detiene una décima de segundo ante la maqueta, y exclama:
—¡Hosti, la Luna!
y sigue corriendo. Ni un segundo de contemplación. Nuestra observación se acaba … y con la moral por los suelos. La guía, a pesar de esta experiencia, se terminó, pero poco después desmantelaron la sala.
El paradigma de museos de ciencia interactivos era y es el Exploratorium de San Francisco. Muy abierto y poco dirigista, con una estructura aparentemente no estructurada, no seguía las pautas del Science Museum de Londres, o del Deutsches Museum de Munich, muy sólidos y sistemáticos pero aburridos y poco creativos. El Exploratorium permitía pasar de un lugar a otro, era una gran nave con módulos manipulables, pocas explicaciones, y voluntad de experimentar y ver más que de aprender a partir de teorías. En el Museo de la Ciencia de Barcelona, donde eran herederos de tradiciones francesas pero a la vez fascinados por el Exploratorium, se diseñó un híbrido, que se ha seguido en el nuevo CosmoCaixa, con un hilo conductor más o menos claro, que se puede seguir… o no.
El Exploratorium fue concebido y fundado por Frank Oppenheimer (1912-1985), físico experimental y profesor de universidad. Él y su hermano Robert Oppenheimer, más famoso, trabajaron en el proyecto Manhattan (1942-1947) para el diseño y desarrollo de armas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial. Frank fue separado de la Universidad de Minnesota en 1949 por una investigación del Comité de Actividades Antiamericanas, que detectó que entre 1937 y 1939 había formado parte del Partido Comunista. Primero lo negó, después lo reconoció, y se retiró a Colorado. Allí comenzó a diseñar modelos experimentales para la enseñanza de la física. En 1957 fue rehabilitado y trabajó en la Universidad de Colorado, donde con sus alumnos practicaba sus diseños. Dio una vuelta por Europa donde visitó museos científicos como el Deutsches Museum de Munich y el Palais de la Découverte en París. Finalmente diseñó, fundó y dirigió el Exploratorium, que se inauguró en 1969 en el Palace of Fine Arts de San Francisco, con el apoyo de muchos científicos y promotores culturales.
Fue la plasmación de sus ideas sobre adquisición de la ciencia, primero manipulando, luego observando y finalmente concluyendo leyes empíricas que después serán explicadas teóricamente. Y esto, a todas las edades y para todos los públicos, con módulos estéticamente bien diseñados, robustos, sin guías-monitores si no los quieres, y autoexplicativos. Estas ideas son las que han llevado en todo el mundo a que predominen módulos donde se deben «pulsar botones», a ver qué pasa, y normalmente, con muy poca reflexión sobre el contenido. La idea es «primero, emocionar. Después reflexionar». Y sí, a veces se reflexiona. La mayor parte de ocasiones, no lo creo: recordemos el «hosti, la Luna». El debate sobre si la ciencia se puede introducir así se parece al debate de cómics versus libros. ¿Sirven los cómics y tebeos para crear lectores de libros? A veces sí y a veces no. ¿Sirven los museos de ciencia interactivos para fomentar vocaciones científicas, para reforzar las vocaciones iniciales, para ayudar a crear una lógica y una metodología científicas a los asistentes? ¿Son un apoyo externo a las clases formales de los centros reglados? Pienso que sí, pero no siempre. En mi opinión, es necesario un cierto apoyo adulto para superar la botonfilia.
Ayer 17 de abril de 2013 abrió las puertas en San Francisco el nuevo Exploratorium, en una nueva ubicación: el Pier 15, junto al agua de la Bahía de San Francisco. Más del doble de espacio, pero la concepción inicial sigue siendo la misma. Grandes naves distribuidas en grandes temas: la vida, los sentidos, módulos donde tocar es la base, módulos de sentimientos y comportamiento social, y un módulo de las fuerzas de la naturaleza y la ciudad. Como ya era desde el inicio, no hay ninguna estructura para materias científicas clásicas. Total, algún centenar de módulos independientes, sin mucho orden entre ellos, sin guion y sin guía, con muy pocas explicaciones escritas. No hay un cambio radical, ni siquiera un cambio notable con el antiguo Exploratorium. Hay algunos módulos nuevos, han eliminado algunos de los antiguos, pero el conjunto se parece notablemente al anterior, exceptuando, naturalmente, el marco físico. Ahora hay una galería exterior con algunos módulos, donde hay algunas actividades relacionadas con el mar, pero son pocos cambios.
Visité por primera vez el Exploratorium en 1998. Después, los últimos siete años he ido prácticamente cada año. Ha ido evolucionando, como todos los museos de ciencia. Han ido añadiendo módulos de biología, de comportamiento, de percepción, de medio ambiente o de energía, a medida que estos temas se han ido incorporando al debate social, pero no ha habido un cambio radical. Asimismo se han ido reduciendo los módulos clásicos de física y de ingeniería, como modelos de engranajes, módulos de mecánica o de hidráulica y similares. Y ahora que han cambiado de ubicación, tampoco ha habido un cambio radical. La filosofía —la museología y la museografía— sigue siendo la misma.
Había bastante gente, y muchos niños y niñas, sorprendente a ojos europeos teniendo en cuenta que era un día laborable en horario escolar. Pero me consta que en muchas escuelas públicas o privadas no hacen excesivo caso de las faltas escolares o de los retrasos, y menos si es para una noble causa como es la de ir al Exploratorium…
Mi opinión no ha cambiado respecto a la que tenía antes de entrar. Mucha creatividad, muchos medios —muchas donaciones: tienen como patrocinadores la empresa de gas y electricidad de la ciudad, una compañía de petróleo, una farmacéutica, el diario local, los transportes locales y grupos empresariales—, una ciudad y un público entregados, muchos socios anuales, muchos voluntarios que, sin cobrar, hacen de monitores… es una gran herramienta, que puede ser de gran utilidad si es bien usada. Los maestros y profesores pueden emplearla de mil maneras; sus programas educativos deben ser modélicos; y la visita libre puede ser muy motivadora y emocionante: doy fe. Otra cosa es que todo ello sirva para los objetivos de lo que yo creo que debería ser el papel de la divulgación científica y que son, en resumen, crear ciudadanos y ciudadanitos con lógica científica, con cultura científica, con capacidad crítica y que no vean la ciencia como algo ajeno. Sólo pulsando botones o manipulando módulos sin saber por qué se manipulan, no se consigue, pero sin pulsar botones y sin manipular módulos quizás tampoco. Del Lego, los Playmobils-Clics, y antes de los Mecanos, se podría decir lo mismo.
Una persona con capacidad crítica era Richard Feynman, premio Nobel de Física 1965 —y muchas cosas más— que tiene grabado en la pared del Exploratorium el siguiente comentario:
I wonder why. I wonder why.
I wonder why I wonder.
I wonder why I wonder why
I wonder why I wonder!
(Me pregunto por qué. Me pregunto por qué.
Me pregunto por qué me pregunto.
Me pregunto por qué me pregunto por qué
¡Me pregunto por qué me pregunto!)
Estas apreciaciones fueron escritas por Guido Ramellini a raíz de comentar este texto en el II Encuentro de El Museo Transformador en Barcelona (9 y 10 de junio de 2023). Las preguntas a las que se hace referencias son las que se emplearon para fomentar el debate:
Comentarios:
• La idea es primero emocionar y después reflexionar. Yo creo que deberíamos proponernos crear círculos virtuosos, porque la emoción más potente llega después de a ver resuelto un reto, habiendo reflexionado.
• Sin guion y sin guía, con muy pocas explicaciones escritas.
• Muchos voluntarios como educadores.
RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS:
• ¿Por qué crees que en los museos de ciencia «interactivos» a veces se tiene la sensación de que los visitantes no están obteniendo el suficiente provecho educativo, a pesar de su apuesta por una oferta estimulante?
o Hay una dificultad objetiva en organizar un feed-back significativo, como en cada situación compleja, en que se necesitan tiempos distintos para reaccionar, profundizar y sedimentar competencias. Un buen parámetro puede ser el nivel de conversación suscitada y además se puede medir —de forma casi más cualitativa que cuantitativa— a través de una buena observación durante la visita, guiada en base a parámetros significativos, entrevistas y hasta unos cuestionarios. En este último caso, puede que sea más importante un retorno significativo que cualitativo, ya que a menudo las respuestas son poco meditadas.
• ¿Podemos estar seguros de que tras la emoción se produce reflexión?
o Depende. En los usuarios adultos el proceso es más inmediato. Para los estudiantes quizás la reflexión necesite en general de ser más guiada, a través de preguntas y/o organizando pequeños experimentos que sistematizan la experiencia.
• ¿Por qué en un cine se crean cuidadosamente las condiciones adecuadas para recibir el mensaje del lenguaje cinematográfico (luz, aforo, butacas, ambiente…) y en los museos (lenguaje museográfico) no parece que sea así?
o Yo creo que en los museos está pasando algo parecido. Las exposiciones se han hecho instalaciones, con espacios y recorridos estudiados, un uso de la luz y los sonidos (y a veces tacto y adores) y la teatralización del evento, hasta llegar a las realidades aumentadas o a la inmersión en las obras. Los costes son prohibitivos respecto al retorno económico que, en el caso del cine, está garantizado. Personalmente, tengo mis dudas que todo esto sea necesario y/o positivo.
Magnífico artículo de Claudi Mans en el que con una comparativa sencilla posiciona al lector ante el pasado, el presente y por qué no, el futuro de los museos de ciencia.
Este año se cumple el 40 aniversario del Museo de la Ciencia de la Obra Social “la Caixa” y seguimos sorprendiéndonos ante la respuesta de los más pequeños ante las experiencias interactivas, las expresiones y reacciones de asombro incluso podrían ser clones de las que se producían entonces. A pesar de todo este tiempo transcurrido el Exploratorium de San Francisco sigue siendo un referente importante en el que fijarse.
Yo también me considero un afortunado por haber podido visitar las dos versiones del Exploratorium y haber también vivido las tres del ahora CosmoCaixa. En la comparativa entre versiones quiero pensar que lo importante a un lado y al otro del Atlántico es que la esencia no se ha perdido con las actualizaciones y eso solo ocurre cuando hay un proyecto estratégicamente sólido detrás.
Aunque seguimos encontrando botones y palancas, en los museos de ciencia cada vez más (en el caso del Exploratorium y CosmoCaixa al menos) la mediación humana coge protagonismo para enriquecer la experiencia con conversación y también en esto San Francisco ha servido de faro con el exitoso proyecto Explainers que actualmente encontramos en Barcelona.