Ir a clase e ir a un museo

Javier Peteiro, Cerca del Leteo.

Comentario al artículo La experiencia escolar y la experiencia museística, una oportunidad para la colaboración, de Pere Viladot y Guillermo Fernández.


Me ha parecido un artículo muy interesante.

Creo que subraya la gran diferencia entre lo que supone ir a clase y lo que implica ir a un museo. Una diferencia que abarca un conjunto de variables. Por ejemplo, no se va al museo todos los días, como sí ocurre en la asistencia escolar. Abundar en todos los detalles diferenciales sería una redundancia por mi parte.

Destacaría la que me parece una diferencia principal. Creo que el curriculum escolar supone dos elementos bien definidos, la figura del profesor y el contenido que transmite, ajustado en general al que supone un libro de texto. Eso facilita la transmisión de la ciencia como sucesión de hallazgos, generalmente felices, es decir, como relato de progreso. Por supuesto, con toda la diversidad que pueda darse en la relación profesor – alumno, siempre transferencial, singular, si un profesor lo es en sentido vocacional.

El museo, en cambio, anularía esa diferencia alumno-profesor, como se lee en el artículo, y, a la vez, facilitaría una contemplación realista de lo que es la ciencia, la aplicación de un método que permite poner de manifiesto algo o lo contrario a ese algo. Se revelaría algo tan ignorado hoy en día como el valor de la repetición, de la reproducibilidad de lo que se observa. Es eso lo que me parece esencial, la consideración de la Ciencia como método más que como relato, algo factible cuando se pueden manipular instrumentos, hacer mediciones, observar por un microscopio, etc.

Creo que es esencial complementar una visión narrativa de la Ciencia, en la escuela, con lo que la sustenta, «tangible» en un museo, su método. Y es ahí donde la asistencia al museo, que no debiera limitarse solo a visitas esporádicas, puede resultar especialmente importante. Si la gente asume, desde una adecuada educación, la importancia del método científico, la ciencia será respetada, con todas sus consecuencias, también humanísticas. De no ser así, la ciencia puede fácilmente ser equiparada a creencia y, por ello, con la posibilidad de sustituirse por otra creencia que puede ser pseudocientífica, algo a lo que no son ajenos los propios científicos, que pueden ser muy importantes en un campo y osadamente ingenuos en otros. En el ámbito médico, mezcla curiosa de ciencia y arte, esto se ve con frecuencia.

No estamos en tiempos muy adecuados para «tocar» instrumentos, pero esto, tarde o temprano, acabará cediendo y no sobra tener una clara perspectiva del valor del museo científico, algo que es de agradecer por vuestra parte.

Ehonorabuena a ambos.

1 comentario en “Ir a clase e ir a un museo”

  1. Este comentario está en castellano (a continuación), y també en català (posteriorment).
    Hola,
    Como siempre, estoy de acuerdo con el contenido y la forma del artículo, pero quisiera señalar un par de cosas:
    1) Tabla 1. Línea protagonista; experiencia escolar: el maestro.
    Aunque luego, tanto en propositos como en protagonismos, la postura se matiza y articula (aunque no mucho!), me da la idea de que el impacto disminuye el duro trabajo que en las escuelas se está haciendo para cambiar este paradigma. El profesorado que intenta cambiar la acción unidireccional de la educación formal es nuestro principal aliado (de los museos) y o ganamos juntos o perderemos todos, y especialmente, el alumnado.
    2) En el primer párrafo de las conclusiones:
    poco a poco, sin embargo, la visita única anual fue ganando terreno... en España, el ingreso en la Comunidad Europea provocó que las escuelas dejaran de tener acceso gratuito a los museos públicos. Esto limitó aún más, como si ello hubiera sido necesario, su público, su cantidad, por discriminación económica y su calidad, ya que el público volvía a ser cliente o visitante y no usuario. Debilitaba también el factor de proximidad y con ello la relación del museo con su entorno físico y social.
    ***
    Hola,
    Com sempre, estic d’acord amb el contingut i la forma de l’article, però voldria assenyalar un parell de coses:
    1) Tabla 1. Línia protagonista; experiència. escolar: el mestre.
    Encara que després, tanto en propòsits como en protagonismo, la postura es matisa i articula (encara que no gaire!), em dóna la idea que l’impacte disminueix la dura feina que en les escoles s’està fent per canviar aquest paradigma. Tants o pocs, el professorat que intenta canviar l’acció unidireccional de l’educació formal és el nostre principal aliat (dels museus) i o guanyem junts o perderem tots, i especialment, l’alumnat.
    2) Al primer pàrraf de les conclusions:
    Poco a poco, sin embargo, la visita única anual fue ganando terreno… posaria en evidència que, en Espanya, l’ingrés a la Comunitat Europea va provocar que les escoles deixessin de tenir accés gratuït als museus públics. Això va limitar encara més, com si hagués estat necessari, el seu públic: la seva quantitat, per discriminació econòmica i la seva qualitat, ja que el públic tornava a ser client o visitant i no usuari. Afeblia també el factor de proximitat, la relació del museu amb el seu entorn físic i social.

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