De lo virtual y lo prioritario

Pere Viladot, cofundador de El Museo Transformador.


La difusión en nuestra cuenta de Twitter del artículo El museo virtual es un museo desvirtuado de Marcos Pérez, director de los Museos Científicos Coruñeses, ha generado un debate muy interesante. De la lectura de los tuits del debate y de otros sobre la necesaria digitalización de los museos, nos surgen varias reflexiones que queremos compartir.

Imagen por cortesía de https://pixabay.com/es/

1.Sobre el artículo.

En primer lugar constatamos que un buen título es básico para generar el interés por la lectura del artículo. Así pues, felicitamos al autor por haberlo escogido. En algunos de los comentarios se le acusa de contraponer la visita virtual con la presencial, cuando, según los comentaristas y en ello estamos totalmente de acuerdo, son experiencias diferentes que no se pueden comparar. Sin embargo, a nuestro parecer, el autor no intenta subsumir bajo el nombre de visitas virtuales cualquier iniciativa digital que lleve a cabo el museo, sino tan sólo las que así se denominan por parte de los propios museos. Cierto es que algunos museos están innovando en este tipo de iniciativas que van mucho más allá de la traslación de lo presencial a lo digital. Esto último, dicen con razón los comentaristas críticos, no es digitalización ya que esta requiere contenidos pensados exclusivamente para ello, mucho más allá de lo que en realidad sería una mera revisión de la web del museo.

Pero lo cierto es que todavía demasiados museos se gastan mucho dinero para proponer visitas a través de la pantalla que quieren emular a la visita personal. Y aquí es donde el autor del artículo pone el acento. Después de repasar algunas buenas prácticas de digitalización que se dieron durante el confinamiento y que tenían como característica la bidireccionalidad, hace un repaso de las características que encarna la visita a un museo en cuerpo y alma o hacerlo a través de la pantalla.

Ahí reside lo que nosotros calificamos como excelencia del artículo: el análisis detallado de lo que le pasa al visitante —beneficiario, preferimos llamarle nosotros— dentro del museo y el proceso de transformación que debería generarle la visita: «Los museos nos enriquecen porque en ellos nos exponemos a situaciones compartidas cuyo desarrollo no podemos prever».

Por el contrario, lo virtual tal y como se está ofreciendo actualmente en la mayoría de los casos, comporta unos déficits que deben ser muy tenidos en cuenta en el momento de planificar una acción, a saber: «lo multisensorial virtualiza mal» ya que se limita a lo visual y auditivo; lo virtual es «una emulación racionalizada en la que alguien limita los grados de libertad y simplifica el entorno al precio de suprimir cualquier imprevisto»; se produce una homogeneidad «cuando convertimos la experiencia en un producto»; y habitualmente, lo virtual produce «la desaparición de la dimensión social» (verbigracia las gafas 3D, que no se puede negar que resultan eficientísimas aislando a los visitantes e impidiendo la necesaria comunicación entre ellos, base de las capacidades comunicativas del lenguaje museográfico).

El autor hace una reflexión que compartimos aunque también nos permitimos matizar: «las circunstancias de esta digitalización forzosa no han sido ideales para los museos, pero nos han permitido reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad y conocer mejor nuestro potencial y nuestras debilidades». Las matizamos porque estamos convencidos de que este ha sido más un deseo que una realidad y que dentro de un tiempo (poco) veremos si esta supuesta reflexión se traduce en cambios estratégicos profundos o en alguna transformación relevante. No sería la primera vez que en los museos el interés por lo estratégico aparece solamente cuando no es posible aplicarse a lo ejecutivo del día a día.

Y añade una reflexión final que también compartimos y que para nosotros es la clave de lo que debería suceder con los museos: pone como ejemplo al periodismo científico (no al generalista) que ha podido «comunicar ciencia en primera línea de actualidad manteniendo el rigor, la calidad y el servicio al interés público». Esta debería ser la función de los museos: devenir un medio de comunicación riguroso, de calidad, al servicio del interés público, y demostrando con datos objetivos que efectivamente consigue esos propósitos.

2.¿Qué tecnologías?

En la mayor parte de los comentarios y tuits, echamos en falta una visión crítica con respecto a las grandes plataformas multinacionales; denuncia que muy certeramente hizo Omer Pesquer en su artículo Descubrir otras digitalizaciones originalmente publicado en francés en La Lettre de l’OCIM y que tradujimos al castellano y publicamos en nuestro blog recientemente. Se habla mucho de la brecha digital pero se hace muy poco para eliminarla y ciertas —¿demasiadas?— iniciativas de museos no la tienen en cuenta cuando programan actividades digitales, sino que más bien se diría que pueden llegar a contribuir, no intencionadamente, incluso a ensanchar esa brecha.

Alguno de los comentaristas de Twitter, expone una relación de las posibilidades que ofrecen las iniciativas digitales y cómo deben tener en cuenta los aspectos de socialización, de equidad o de generación de experiencias personales. Bien. Pero a la hora de la verdad, lo que se encuentra por Internet, muy mayoritariamente, no sigue estas consignas y creemos que esto es lo que hay que denunciar. Hay que mostrar las buenas prácticas, claro que sí, pero sin dejar de denunciar las malas que las hay y muy abundantes, y ello por complicado y arriesgado que en la actualidad resulte cuestionar algo que tenga que ver con la digitalización.

Como bien dice Marina Garcés en una reciente entrevista, «no nos sirve cualquier tecnología, ni cualquier empresa. Debemos ser conscientes de los usos y los abusos». Más adelante afirma que «la pregunta no es ‘tecnologías sí o no’, sino que nos tenemos que preguntar cómo las incorporamos, con qué criterios de cualidad democrática y con qué finalidades», lo que apela a una gestión estratégica de planificación que lleva tiempo y que no se resuelve de un día para otro. «Tiene que haber una respuesta clara por otro tipo de tecnologías —añade—: que sean de código abierto y protegidas en el uso y propiedad de los datos. Y, a partir de aquí, podemos plantearnos herramientas que garanticen experiencias colaborativas y entre iguales en las redes.»

Bajo muchas iniciativas de digitalización puede, por tanto, agazaparse una intención sobre todo de mantenerse a la última y resolver rápido la papeleta de moda.

3.Pobres salvajes.

A veces tenemos la impresión, quizá provocada por la concisión a la que obliga Twitter y por cierta prisa en la necesidad de responder, implícita en las redes sociales, de que se trata a muchos de los actores de los museos como los colonizadores trataban a los salvajes ya fueran estos indios o negros. Es necesario cristianizarlos y hacerles ver la religión verdadera ya que adoran al Dios equivocado.

La reciente publicación del Informe anual de l’estat de la Cultura a Catalunya es muy interesante para analizar el mundo cultural en esta Comunidad y, seguro, en el resto de España y de otros muchos países, a raíz de la pandemia. El informe, de más de doscientas páginas, tiene un pequeño apartado sobre digitalización, en el que se constata que el porcentaje de actores culturales que consideran que su organización está abocada a la digitalización, es inferior al 15%, mientras que más de la mitad considera que se seguirá trabajando en la vertiente digital pero que la prioridad es volver a la situación previa a la pandemia. De este dato algunos han inferido que no tenemos arreglo: de aquí al abismo.

El 30% de los trabajadores culturales están en paro (20%) o ERTE (10%). Un 42% ha visto reducida considerablemente su actividad. Un 13% de las organizaciones no ha vuelto a abrir o ha cerrado definitivamente. Sólo el 60% de ellas ha recuperado parcialmente la actividad previa. Ha habido una caída del 68% en la demanda de la actividad presencial. Un 88% de las empresas, el 72% de las instituciones públicas y el 84% de las entidades sin ánimo de lucro ha visto reducidos sus ingresos en mayor o menor cuantía. Y atención: el 75% de las trabajadoras, han visto disminuir sus ingresos.

Ante estas cifras, ¿nos debe extrañar que no se considere la digitalización como la prioridad?

4.Públicos híbridos.

Si bien es cierto que ya no podemos hablar de público presencial y público online ya que todos podemos ser lo uno y lo otro síncrona o asíncronamente, la corriente que pontifica y propugna pensar #digitalfirst en el momento de planificar las acciones del museo, a nuestro parecer es un error en el que los museos no pueden caer.

Leemos en ebook pero no tanto como se había previsto y presumido y el papel, lejos de desaparecer, experimenta un auge importante. Vamos al teatro a ver una obra y si no podemos quizá la veamos a través de la pantalla, si existe el teatro virtual, todavía está por inventar (¿no son las pelis?). Asistimos a un concierto de música en vivo a pesar de tener nuestras listas de reproducción en Spotify, y hacemos importantes esfuerzos por conseguir entradas para un partido de la Eurocopa, incluso aunque ir al estadio suponga ver el encuentro con más frío y peor ángulo que desde casa. Ello es así porque los homo sapiens somos una especie «hipersocial, los únicos capaces de construir lazos más allá del parentesco, al contrario que el resto de los mamíferos» según Juan Luís Arsuaga. «Compartimos ficciones consensuadas como patria, religión, equipos de fútbol; y sacrificamos muchas cosas por ellas».

El museo debe planificar #inpersonfirst, lo cual no debe obviar el uso —imprescindible, necesario, obligado— de las tecnologías digitales como lo que son, herramientas diversas que tanto nos pueden ayudar en la difusión y comunicación de nuestras propuestas, como en la generación de nuevas narrativas insospechadas en lo presencial, por poner dos ejemplos extremos. Lo explicamos minuciosamente en el webinario de presentación pública de nuestra Guía para la toma de decisiones de propuestas de digitalización en museos: lo más importante cuando planteamos propuestas digitales en los museos es qué narrativa ofreceremos para ser un museo más social, más feminista, más comunitario, etc.

5.¿En qué estamos peor?

Si la precariedad laboral en los museos es un drama que en pleno siglo XXI no se sostiene, si los presupuestos de muchos museos dan verdadera pena, si se confunde la gestión del día a día con la planificación a largo plazo por falta de mecanismos de gestión estratégica, ¿de verdad podemos afirmar que lo más urgente es la digitalización sin entrar en más detalles? Hemos llegado a un punto de deterioro del mundo de los museos, al menos en España, en que ya no sabemos por dónde empezar. Y de la confusión nacen los espejismos que inducen a la producción sin control y a la apuesta por cualquier Bálsamo de Fierabrás de turno sin saber para qué.

Si en lo digital estamos mal —y estamos muy mal—, en lo presencial, en lo estructural, en lo estratégico, no estamos mejor. En 2021, fiarlo todo a la emoción del objeto o de parafernalias tecnológicas inmersivas sin haberle sacado aún todo el jugo al lenguaje museográfico, no nos sacará del atolladero. Necesitamos sí o sí, investigar en museografía y no dejarlo en manos de estudios de diseño o arquitectura, evitando confundir interiorismo con museografía. En 2021, llenamos la boca de la palabra mágica participación para seguir gestionando en vertical, no es de recibo. Necesitamos sí o sí, cambiar las estructuras de gestión para hacerlas más horizontales. En 2021, celebrar como un hito una exposición de pintoras mujeres en un gran museo español o seguir confundiendo valor con precio de entrada, indica dónde nos encontramos socialmente. Necesitamos sí o sí, incorporar la mirada de la diversidad y de la equidad. Las tecnologías digitales han de servir para ello o mejor olvidarlas. Si sólo ofrecemos productos como Netflix, apaga y vámonos, que para eso ya están ellos y además son especialistas y saben más.

6.Más propuestas y menos salvación.

Algunos tuits i comentarios —demasiado pocos—, explican las posibilidades que las tecnologías digitales ofrecen para transformar los museos en más sociales, más participativos o cercanos a la comunidad, más inclusivos. Vemos que demasiado a menudo se da importancia a efectos deslumbrantes de redes sociales o tecnologías inmersivas sin hacer el análisis crítico que denunciamos en el segundo apartado. Tampoco hemos detectado demasiadas propuestas para incorporar las tecnologías digitales a la planificación estratégica de los museos sino más bien, ejemplos de lo bien que lo hacen algunos museos sin analizar recursos, contextos u objetivos.

Ante ello, con la Guía (https://www.elmuseotransformador.org/recursos-evaluacion/) que hemos mencionado anteriormente, hemos querido aportar una herramienta de gestión estratégica que ayude a los museos en la toma de decisiones ante la imprescindible incorporación de las tecnologías digitales. Nos ofrecemos a continuar en esta línea en base a asesoramientos, formación o cuantas acciones podamos realizar dentro de nuestros limitadísimos recursos ya que tan sólo contamos con nuestras neuronas, oídos, ojos y manos. (Y un cierto olfato de años de experiencia, así como mucho gusto por ayudar).

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