Raquel Jiménez.
Y es que es en verano cuando disfrutamos de las aguas transparentes o de sus metáforas y anhelos. Es en estos meses, como tránsito entre cursos, cuando se reflexionan los nuevos proyectos y se evalúan los anteriores. Y por eso agradezco esta invitación al Museo Transformador. Un manifiesto que transmite la energía de unos pasos sólidos, pero también la ilusión de volar en deseos de abrir brechas en los muros. De eso trata el verano: el aire fresco de compartir con amigos, aunque sea en la distancia y de retomar energías. Y es que en el Museo Transformador hay escuela y también frescura.
Estos días me encuentro en un momento de reflexión en torno al concepto “comunidad educativa” y encuentro en el museo ambos conceptos: “comunidad” como el elemento esencial de una sociedad sana. Sana en coherencia con: fuerte, justa, igualitaria, participada, accesible y cualquier proceso que nos lleve a eso. Y “educativa” entendiendo la educación a lo largo de la vida, muy ligada a la (trans)formación e información de la ciudadanía.
En todo este tiempo, he visto museos grandes y chicos con un espíritu de comunidad en diferentes formas. Y pondré el ejemplo de mi pequeña ciudad, Mollet del Vallès, donde tenemos el Museu Abelló con un lugar llamado “Aparador” (link-> http://www.museuabello.cat/laparador/) que es literalmente transparente. Un espacio en el que la ciudadanía, la paseante y la que participa, se ven reflejadas. Un proyecto de Aprendizaje y Servicio, pero también de creación popular, diferentes narrativas que subyacen del arte contemporáneo, pero con un objetivo común: llenarlo de ciudad. Y este ejemplo concreto ilustra por qué me gusta el concepto y la misión del Museo Transformador, porque es escalable. Imagino los pasillos de los institutos que se transforman en museo, con ese concepto de fenómenos y no tanto de objetos. Espacios dinámicos que provocan, que visibilizan un proceso y utilizan un lenguaje cada vez más diferente y diverso como el alumnado que pasa. Y es que el relato museístico es y debe ser compartido, entre formar y emocionar.
Gracias por dejarme compartir con vosotros estas reflexiones frescas de verano y valorar esas brechas que dejan pasar el agua fresca con dinamismo.
¡Gracias, Museo Transformador!
Sí, Raquel. Tenemos ganas de abrir brechas en los muros y a poder ser, derribar algunos de los que nos impiden avanzar hacia un museo mucho más educador, mucho más social, mucho más comunitario. Muchas gracias por tu texto y disculpa que hayamos tardado tanto en responderte.
Tu comentario nos impele a no olvidar nuestra vocación comunitaria que algunos denominamos Ciudad Educadora aunque la «ciudad» sea pequeña. La ciudad nace cuando dejamos de ser cazadores-recolectores y nos hacemos sedentarios. Y con la ciudad nace la polis que crea la comunidad. Una comunidad educadora que con el tiempo divide sus funciones y especializa sus parcelas. Es tiempo de volver a comprender que la educación no es responsabilidad sólo de la escuela y que no abarca sólo la etapa infantil y juvenil. Si así lo hacemos no renunciaremos a reivindicar el término «educación» para nombrar aquello que hacemos en los museos CON el resto de nuestra comunidad.
Tu ejemplo del Museu Abelló es lo suficientemente ilustrativo de ello, pero tu vuelo en la imaginación hacia un instituto que transforma sus pasillos en museo, que toma el fenómeno como recurso museográfico y que cambia como cambian los alumnos, es muy sugerente de una voluntad transformadora.
Bienvenida a un proyecto que nos hace mucha ilusión y muchas gracias por tus aportaciones.