Carta abierta a los museos «instagrameables»

El Museo Transformador

Proliferan los museos instragrameables en Barcelona. Al Museo de la Erótica ahora hay que añadir la reciente sucursal del MOCO o el llamado White Rabbit, al que habría que sumar la fracasada franquicia del Hermitage o el Big fun Museum. [También se podrían sumar aquí las exposiciones blockbusters itinerantes de guardia, como la reciente exposición de Harry Potter].

Algo curioso de estos museos es el considerable esfuerzo que suelen hacer en sus labores de comunicación por reivindicar su existencia como una especie de concepto museístico diferente, aunque pretendiendo aparentemente a la vez justificarse tomando argumentos precocinados de otros museos de siempre. En algunos casos incluso avisan a navegantes desde sus escritos de declaraciones de intenciones: se reservan explícitamente el derecho a hacer lo que les dé la gana, como conscientes de que acaso un museólogo furibundo fuese a leer los pretextos de sus webs y, en el fondo, temiesen ser amonestados por alguna academia por quizás usurpar el término museo, o por su apuesta de seguir un curso propio. Tranquilos, en los museos tradicionales (como dicen ellos), aún no nos hemos puesto de acuerdo en relación a qué llamar museo.

Su conmovedor esfuerzo por distanciarse —y subrayarse— respecto de lo que consideran museos tradicionales se plasma en distintos modos. Normalmente prescinden de relacionarse con otros museos, participando rarísima vez de organizaciones sectoriales, confundiendo para su desgracia independencia con aislamiento. No obstante, es sorprendente e incluso paradójico, su empeño por escapar del concepto de museo aunque a la vez empleando la denominación (o los formatos) de museo.

Esta usuaria de Tiktok acierta de lleno con la única función manifiesta de estos museos: ser los más instagrameables y tiktokables de Barcelona.

Uno se ilusiona por ver qué definición o concepto alternativo o renovado de museo manejan ellos, pero resulta decepcionante comprobar que tampoco lo tienen nada claro. Improvisan trillados slogans aparentemente cool usando términos consabidos como diversión, inmersión o interactividad… Bufff… Llegan tardísimo por lo muy manido que tenemos ya ese presunto discurso renovador en el sector… Su pretendido clamor de independencia respecto de los que llaman museos tradicionales, en realidad y paradójicamente les acaba aproximando a lo mismo que proclamaban aquellos museos —y aún proclaman algunos—.

Por si fuera poco en su oferta suelen emplear profusamente objetos y fenómenos reales —sin tener ni remota idea de lo que significa el término patrimonio—, por lo que nos tememos que, a este paso, pueden acabar siendo incluso reconocidos por el ICOM, muy a pesar suyo… A esto habría que añadir que ni siquiera en sus propósitos resultan originales, pues el origen de los museos de función lucrativa —orientados en gran medida al de momento inagotable caladero del turismo masivo—, se pierde en la noche de los tiempos…[1] En fin: como si fueran nuevos Edipos, su vehemente esfuerzo por eludir la profecía de la que se creen víctimas, los acaba sumiendo profundamente en eso mismo.

Desde El Museo Transfomador sugerimos a estos museos que se lo tomen con calma: no creemos que tengan que dar explicaciones a nadie acerca de lo que ofrecen, y si lo desean pueden pasarse alegremente por el forro la definición oficial de museo, como de hecho también hacen muchos de los museos que ellos llaman tradicionales. Además, tienen todo el derecho del mundo a tratar de hacer dinero rápido con sus ideas para aplicar cosas del lenguaje museográfico al turismo (la orientación al lucro y su consecuente capacidad para proyectarse en ciertas redes sociales son, insistimos, de lo poco que queda meridianamente claro acerca de sus auténticos propósitos).

A nosotros nos interesan los museos como herramientas para la educación, pero si esos museos dan de comer a los accionistas o propietarios y además contribuyen a mostrar a todo el mundo las inmensas posibilidades del lenguaje museográfico para conseguir cosas mucho más relevantes que dinero, bienvenidos sean.


[1] En los USA del siglo XIX proliferaban los llamados dime museums (museos a diez centavos) que exhibían previo pago todo tipo de rarezas. Probablemente uno de los más famosos fue el American Museum, que fue largamente explotado en Nueva York produciendo interesantes beneficios hasta su incendio en 1868. Este museo exhibía gigantes, albinos, bailarines y también dioramas con representaciones relacionadas con temas como la Creación o el Diluvio Universal.

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