El caleidoscopio como símbolo

El Museo Transformador

En otro post de septiembre pasado desarrollamos los activos que creemos que hacen que una mera dedicación devenga toda una profesión.

Durante el III Encuentro de El Museo Transformador (24 y 25 de mayo de 2024) hemos profundizado en este tema, desde nuestro interés en contribuir a fomentar un esquema profesional propio y común de todos quienes nos dedicamos al museo contemporáneo. Nuestro desempeño exige personas de perfiles profesionales tan diversos que aún nos seguimos identificando a nosotros mismos como sectores profesionales separados. Esto es lógico, dado lo relativamente reciente de algunas de las funciones sociales del museo por una parte, y de las dificultades laborales existentes en algunos contextos, por otra. Nosotros pensamos que, a no mucho tardar, esto debería evolucionar hacia una asimilación global de todos nuestros perfiles profesionales en nuestro lugar común: el museo.

Ya hemos dado algunos pasos. Para esta profesión que hoy tiene más de oficio y de causa que de ocupación sesuda, venimos promoviendo una denominación que creemos acogedora: museísta, y ya hemos desarrollado una propuesta de valores de esta profesión que ha protagonizado un interesante proceso compartido.

Pero otro de los aspectos que contribuyen a dar forma a una profesión es el símbolo profesional, que no por ser un aspecto formal es de menor importancia. El símbolo incide de lleno en aspectos claves tales como el autoreconocimiento común o la visión convergente de las personas de un colectivo[1].

De izquierda a derecha: Buzz Aldrin, Pedro Duque y Kayla Barron. Tres generaciones de astronautas compartiendo la misma sólida simbología profesional. Fotos: NASA. Domino Público.

En este sentido ciertas actividades lo tienen fácil, pues su profesión dispone de elementos concretos fácilmente distinguibles y asimilables: el silbato o las tarjetas amarilla y roja son perfectos símbolos para el colectivo de los árbitros de fútbol. O, poniendo algo más de poesía, las alas abiertas que identifican los anagramas de los pilotos. En otros tiempos las profesiones se relacionaron incluso con santos o vírgenes que hacían de patrones/as, lo que reforzaba aún más esta identificación profesional, por relacionarla con valores propios de las creencias religiosas.

Nosotros promovemos un elemento concreto para protagonizar nuestro símbolo profesional: el caleidoscopio. Buscando aquello que caracteriza al museo contemporáneo, apostamos por nuestro activo endémico: el poder comunicativo y educativo de los objetos y de los fenómenos reales y presenciales. La bella imagen compuesta y siempre cambiante del caleidoscopio es un fenómeno fascinante que sólo se puede disfrutar plenamente de manera presencial y mirando a través de él. Por otra parte, el caleidoscopio mismo es casi siempre una bella y seductora pieza real. Finalmente, la estimulante experiencia tan sensorial como intelectual de mirar por un buen caleidoscopio, converge metafóricamente con la función del museo contemporáneo.

Marc Boada, entre otras muchas cosas un veterano colaborador de museos de ciencia, posando como  museísta con el caleidoscopio, durante la actividad que al respecto celebramos durante el III Encuentro de El Museo Transformador y en la que todos nos fotografiamos de este modo. Foto: Joan Vicens.

Sabemos que como símbolo de los museístas el caleidoscopio seguramente no es perfecto, pero los símbolos profesionales casi nunca lo son; son sólo eso: símbolos. Los ingenieros industriales han tomado el regulador centrífugo de Watt como una referencia simbólica profesional. No obstante, el hecho de que las tareas a las que puede aspirar un ingeniero industrial hoy en día sean extraordinariamente diversas y casi nunca tengan ya una relación directa con la maquinaria de vapor, no les ha impedido identificarse a todos ellos con este símbolo como un bien argumentado icono común de su profesión, la cual vio un gran espaldarazo a raíz de la Revolución Industrial.

¿Trabajas en museos, te sientes museísta y quieres tu foto con el caleidoscopio? Escríbenos a Info@elmuseotransformador.org


[1] Es conocido que Steve Jobs, convencido de la trascendencia de ciertos símbolos, pagó una inmensa cantidad de dinero en 1986 por el diseño de un logotipo para NEXT, la empresa propia que fundaría a su salida de Apple.

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